¡Aquí estamos de nuevo!
Estrenamos nueva apariencia del blog, como ya
bien habréis apreciado aquellos que seáis buenos observadores (esperamos que os
guste). Aparte de eso, hemos hecho unos ajustes para que cualquier persona
pueda escribirnos comentarios en las entradas, aunque no esté registrada (esto
va por ti, suegra). Hemos agregado también un gadget para saber la procedencia
de los visitantes al blog para posiblemente, en un futuro, elaborar una estudio
estadístico de esos que tanto nos gustan (no tan molón como el POLLA, claro, ¡faltaría más!)
Ahora sí, vamos al lío.
La semana pasada corrió con total normalidad.
En casa ya han terminado las obras así que, por el momento, ya no tenemos
obreros. Sólo falta que venga un señor a ponernos unas mosquiteras que nos
permitan abrir las ventanas del cuarto con total libertad porque si no, con el
calor, éste se convierte en un horno y el ventilador no es suficiente para
enfriarla (sólo remueve el aire caliente), así que con las mosquiteras
esperamos que corra un poco más el aire sin que nos avasallen los mosquitos o
se nos entre algún gato (que aquí los hay a puñados). El hombre ya vino a tomarnos
las medidas; que, por cierto, las tomó desde fuera de las ventanas, en lugar de desde el cuarto. Él dice que las va a poner por ahí aunque yo, que no soy
ninguna experta en este campo, pienso que lo lógico es ponerlas por dentro
porque por fuera están las rejas y todo el percal… Pero en fin, no iba a ser yo
quien se lo discutiera. Cuando las tengamos instaladas ya os contaremos.
Este fin de semana ha sido más tranquilo que
el anterior. El viernes tuvimos como invitado para cenar a nuestro jefe
Anselmo, que acaba de llegar después de seis meses en México, así que aún no lo
conocíamos. Mila preparó una carne muy rica y yo hice mis primeras patatas
ali-oli que, estará mal que yo lo diga pero, salieron de rechupete (gracias
mamá por darme la receta). Anselmo trajo cervezas y refresco de guaraná (bebida
tipiquísima aquí que a mí no me gusta nada porque sabe a jarabe con gas).
Durante la cena hablamos de nuestro trabajo y de algunas ideas que él tiene
para nosotros. El sábado no hicimos nada, pues estuvo lloviendo toda la mañana
(ya sabéis, lo que es bueno para el POLLA no lo es tanto para nosotros, no se
puede querer todo). Por la tarde, aprovechando que escampó un poco, salimos a
dar un agradable paseo y poco más.
El domingo, toalla en mano, nos fuimos Fede, Mila y yo a la Praia da Ponta Negra. En la playa (aunque se ven a algunos/as que se bañan con ropa) sí que se destila el uso de bañadores y bikinis (la mayoría tanga, por cierto, así que aquí sí que me sentí un poco mojigata). El sol pegaba bastante, así que nos untamos en protección para evitar quemarnos. Como siempre, Fede se quemó aquellas partes que dependen de que él mismo se las unte (tendrá que aprender a base de palos, como dice mi padre). Es muy típico ver a las mujeres preparar un potingue blanco que luego se reparten por todo el cuerpo (excepto pies y cara) con una brocha. Nosotros pensábamos que se trataba de un afán loco por quedar protegidas del sol pero yo aproveché para preguntarle a una chica que se sentó a nuestro lado y resultó ser camomila, ¡decolorante para el vello! Si no hubiese sido porque me enseñó el sobrecito de los polvos, no me lo habría creído. ¿Qué necesidad de untarse decolorante por los hombros o la zona de alrededor de los pechos? Si ahí, como mucho, (de no ser muy velluda) sólo habrá una pelusilla imperceptible, ¿no?
Y aprendiendo estas cosas se nos pasó una
mañana la mar de entretenida. Mila y yo compramos unas patatas que nos quitaron
el hambre pero Fede, que sí tenía, decidió almorzar allí unos ‘platos
combinados’ de unos vendedores que van pasando (del estilo a los que pasan con el camarón en
España). El plato estaba bien servido; un combi de espaguetis, arroz, pollo y
farinha que hacían que quedarse con hambre fuese imposible (hasta para Fede).
Además el precio era estupendo, 10 $R (el equivalente a unos 3 euros). También
pasan vendiendo plátano frito y otras cosas típicas de aquí, todas con buena
pinta, pero eso lo dejamos ya para el próximo día que vayamos.
Y, después de pasar una mañana estupenda y de
coger algo de color (que no me venía mal), cogimos los petates y volvimos para
casa. Justo en el momento oportuno porque, casualmente, empezó a llover (¡qué sorpresa!).
Aquí algunas fotos (muchas de ellas hechas por nuestra compi, Mila)
Un hombre embadurnando a su mujer con el potingue
Un selfie de Mila y mío
Un barco por el río
Chavales jugando al fútbol
Unas vistas del puente estupendas
La pareja de moda
Las nubes acechando
Un socorrista vigilando
Paseo 'rioítimo'
De vuelta a casa
El domingo, por la noche, Mila preparó una lasaña de
atún estupenda e invitamos a cenar a Arquelino (que con tanta área misionaria
nos tiene un poco abandonados). Se trajo a la cena a Valerio, un cura brasileño
que acaba de llegar aquí para trabajar con los jesuitas en un proyecto. ¿Y a
que no sabéis desde dónde venía directamente? Sí, desde España, pero… ¿más
concretamente?¡ Efectivamente! ¡Badajoz! Acababa de pasar
un mes entero viviendo en Badajoz, con los jesuitas de allí, en el barrio de
San Roque. Había conocido a muchas de las personas de Cáritas con las que
nosotros habíamos trabajado y, por supuesto, a nuestro querido formador del
Volpa, Tomás (jesuita de Badajoz). Y es
que, efectivamente, ¡el mundo es un pañuelo! Entre tanta sorpresa, pasamos un
rato más que agradable.
Con Valério, aún sorprendidos por la casualidad.
Y aquí otras fotos en general, no os quejaréis del reportaje eh:
Las ali-oli
Momento de relax en la hamaca
Fede prefiere las visitas de altura
Nosotras, todo lo contrario
Abrazos para todos.
Fede e Isa.