Aquí estamos de nuevo,
Mientras comienzo a escribir estas
líneas, cumplimos los primeros dos meses en Manaus, nos queda 11 veces lo que
llevamos, ni tan mal.
El fin de semana pasado ha sido muy
entretenido, durante la semana nos fuimos al centro de capoeira con los
colombianos para enseñarles el lugar y presentarles a Arizete (la monja que
lidera el asunto) Después nos invitó a su casa y estuvimos hablando de lo
divino y lo humano, entre otras cosas nos comentó que había un mercado de
pequeños productores en la universidad el viernes y decidimos que nos
pasaríamos después del trabajo para ver cómo era, y así de paso conocer el
campus.
Llegado el viernes, Isa no vino a
trabajar debido a un flujo intestinal algo desordenado (:() causado por la ingesta de unos cereales (de linaza) de nuestras compañeras para facilitar la expulsión de heces,
cuando volví ella estaba peor así que decidimos no ir al mercado (cara de pena)
(bueno, al menos el mercado se pone
todos los meses). Estuvimos dedicándonos
al noble arte del perreo durante toda la tarde; jugamos a las cartas con los colombianos, les enseñamos a
jugar al Continental, cenamos en nuestro porche y la cena se convirtió en una
agradable velada a la que puso el broche final Mila, que llegó a casa por la
noche y nos preparó unas pseudo caipirinhas muy ricas para que brindáramos.
El sábado amanecimos temprano porque
habíamos decidido ir al museo de la Seringa, está fuera de la ciudad así que
teníamos que ir en bus hasta la marina y después coger un barco de línea, el
bus resultó que no pasaba por donde yo tenía planeado así que contratamos un
conductor que se dedica a hacer viajes por 5R$ por persona, nos metimos los 5 (6 con el conductor, por si no os habíais dado
cuenta) y allí que nos fuimos. Para
coger el barco no hubo problemas, es una pequeña lancha de 30 plazas
aproximadamente que esperan a que esté lo suficientemente llena para que les
compense el viaje y luego te van dejando en las diferentes paradas, un autobús
fluvial. El paseo fue muy agradable, te das cuenta de la inmensidad del rio, el
Rio Negro, más ahora que estamos en época de crecida y casi no se ve una orilla
desde la otra.
Barco atracado en el puerto
Mila con su nuevo sombrero y Carmen
Rumbo al museo
De camino algunos barcos y casas flutuantes
El interior del barco
Selfie de rigor
Surcando las aguas del río Negro
El patrón de la lancha
Observando y meditando
Gente esperando en la 'parada'
Transporte escolar de muchos chavales de la zona
Preparándose para un loco transbordo en medio del río
Efectuando la operación
Otro selfie con Carmen
El museo es un seringal que se construyó a imagen y semejanza del Seringal Paraíso que estaba situado en el rio Madeira (buscad en Google) para la película A selva basada en el libro homónimo de Ferreira de Castro, un portugués que, en plena fiebre del caucho, se vino a trabajar en ese seringal y pasó las de Caín hasta que descubrieron que sabía leer y le pusieron a trabajar en la contabilidad. En el museo te explican todo el ciclo del caucho y las condiciones de vida en las que vivían los trabajadores y el patrón, para más información recomiendo venir a verlo, si os cae a desmano también podéis leer los libros Manaos de Vázquez Figueroa (sobre la vida en un seringal a finales del XIX durante la primera fiebre del caucho) o Senderos de Libertad de Javier Moro (sobre la segunda fiebre y la vida de Chico Mendes) pero no es lo mismo que verlo en persona ;)
La bandera de Amazonas 'ondeando'
Nuestra Mila posando
Utensilios usados por los serengueiros
Masa de caucho
Caja registradora que usaban
Las redes que usaban los serengueiros
Báscula donde pesaban el caucho
La amable guía que nos informó de todo
Botando la masa de caucho cual pelota
Una capilla muy bien decorada
Seringa llena de cortes para obtener la savia
Proceso de obtención
Banhera que usaban los senhores
Naturaleza reflejada en el río Negro
Hormiga (o Elefante)...
Así eran las palafitas donde dormían los serengueiros
La cama en la que dormían los capataces
Para preparar la farinha
Vistas desde la casa de los senhores
Tienen un libro donde nuestras firmas quedaron para la posteridad
De vuelta,se presagiaba tormenta...
Cuando volvimos, mientras comíamos unos
chavales vestidos de boy scout se pasaron por casa y me comentaron que si
podría acompañarles a la iglesia adventista (aquí por cada tres casas hay seis
iglesias evangelistas de diversa índole) porque tenían como tarea presentarse a
la reunión de desbravadores (boy
scout en evangelista) con un extranjero, uno que se toma su papel de voluntario
muy en serio (como ya he demostrado dirigiendo una orquesta) no pudo decir que
no y les dije que vinieran a recogerme después de comer, para entonces los
colombianos y nos presentamos allí junto con la documentación que demostraba
nuestro condición de expatriados. Allí, después de muchos cantos y un examen a
los chavales sobre el libro de Salomón con preguntas sobre cuántos trabajadores
empleó el templo o cuantos talentos de oro consumía al mes, nos subieron al
estrado junto con el representante de cada uno de los grupos que nos llevaban
cual trofeo de caza y nos presentamos, como premio nos llevamos un libro y una
caja de bombones de dudosa y extraordinaria calidad respectivamente. Los otros
extranjeros que consiguieron captar fueron un gringo y un peruano, al salir de
la iglesia nos pusimos a charlar con este último, Héctor, lleva un par de meses
aquí en Manaos y las cosas no le están yendo demasiado bien, no conoce a mucha
gente y no tiene trabajo, le comentamos que íbamos a ir a una fiesta organizada
por la Pastoral del Migrante (la organización responsable del proyecto Pro Haití en el que trabajamos) en la que
estarían migrantes de muchos países, bailes y comidas típicas y jolgorio
variado, Héctor se apuntó y quedamos que se pasase por nuestra casa a la hora
convenida.
Y allá que nos plantamos en la
“Fiesta dos migrantes” los cinco moradores de la compensa y Héctor. La
celebración era en una especie de pabellón y estaba abierta para todo aquel que
pasara por allí. Había puestos de comida de varios países (Colombia, Venezuela,
Perú, Haití y, por supuesto, Brasil); estaban formados por comunidades de
personas naturales de cada uno de esos países (y, por ende, migrantes aquí en
Brasil), que se volcaron en ambientar muy bien sus respectivos puestitos:
banderas, camisetas, letreros, trajes típicos… Yo opté por probar una arepa de
queso (típica colombiana), que resultó estar muy rica; y también un helado de
maracujá súper cremoso y sabroso (éste típico brasileño). Fede aprovechó para
tomar algunas cervezas y una empanada típica haitiana. Entre bocado y bocado,
pudimos disfrutar también de bailes típicos de cada zona, algunos más
entretenidos que otros, especialmente el de Haití, en el que una señora bailaba
medio desencajada al ritmo de un tambor
y todo el mundo parecía expectante ante la clara posibilidad de que se le
saliese una pechuga que ya llevaba medio fuera. Finalmente, inexplicablemente, no se dio tal espectáculo.
La fiesta nos gustó mucho, una
buena oportunidad para compartir y disfrutar de otras culturas.
La rica arepa que degusté
El ambiente de la fiesta
El domingo fuimos a comer a casa de
una señora que aún no conocíamos. El intermediario en el asunto fue Arquelino.
Cuando llegamos a la casa fue realmente emocionante, la señora se había volcado
de lleno (junto con unas vecinas que se ofrecieron a ayudarla voluntariamente)
en preparar nuestra comida. Y si eso sólo ya tiene mérito, imaginaos si, además,
justo antes de la hora acordada habían estado 8 horas sin energía eléctrica.
Las pobres habían preparado todo como pudieron (hasta salieron a comprar un
cargamento de agua helada porque la que tenían estaba como un caldo). Y la
verdad es que, a pesar del contratiempo que les surgió, si no nos lo dicen ni nos habríamos dado cuenta
porque salió todo riquísimo. No es para menos, después del cariño que habían
puesto y de las ganas que tenía de que fuéramos. Así que la señora no pudo
evitar emocionarse por nuestra presencia allí y porque gracias a la labor
altruista de sus vecinas había conseguido que saliese todo estupendamente.
La comida fue estupenda y el trato
inmejorable, una señora buenísima y unas vecinas ejemplares.
Después del almuerzo nos fuimos con
Arquelino a una misa de Pentecostés que había en pleno centro de Manaus, al
aire libre. Había un escenario grande donde el obispo estaba oficiando la
eucaristía; las calles estaban abarrotadas, incluso había una pantalla grande
que mostraba más de cerca la misa para aquellos que estaban más alejados del
escenario. Al cabo de un rato Fede, Mila y yo ya estábamos cansados y decidimos
volvernos a casa; no así los colombianos, que decidieron esperarse para acabar
la misa.
Aparte de este fin de semana lleno
de eventos, toda esta semana también ha sido muy ajetreada. El martes
comenzamos un curso de la Amazonía con el Padre Guillermo en el que nos habló
principalmente sobre la cultura, un tema en el que él está muy empapado pues
lleva trabajando mucho tiempo en el proyecto Panamazónico. Después tuvimos una
reunión de la pastoral dos migrantes con motivo de la semana del migrante, que
está siendo ahora; se invitó a los haitianos a asistir a una charla de un
trabajador del ministerio de trabajo para orientarlos en temas laborales pues,
la mayoría de las veces, los brasileños que los contratan juegan con ventaja
aprovechando su desconocimiento de las leyes brasileñas. El miércoles fue la
continuación de curso, pero esta vez vino un diputado del PT (Partido dos Trabalhadores,
el de Dilma y Lula) para hablarnos sobre la situación político-económica del
estado amazónico; la charla estuvo bien en algunos aspectos, en otros no tanto
(ya sabemos que cada uno barre pa’ lo suyo). Ese mismo día tuvimos también una
reunión de nuestro trabajo, para aclarar ciertas cosas. Así que fueron dos días
muy intensos.
Ayer, jueves 12 de junio, fue el
día de los enamorados aquí en Brasil. De todas formas yo creo que ni los
propios brasileiros se enteraron pues quedó pisoteado por el inicio de la copa
que, como podéis imaginar, aquí se celebra con muchísima intensidad. Fede y yo
fuimos invitados por uno de los profesores de capoeira para ver el partido que
abría el inicio del mundial en el que, por supuesto, jugaba Brasil. Ni pudimos
ni quisimos rechazar tan suculenta oferta, así que p’allá que fuimos. Aquí el
juego empezaba a las 16h, pero quedamos a las 14h para ver también todo el
espectáculo del principio (incluido el cantoso playback de Jennifer López y
Pitbull). A mí no me gusta el fútbol pero lo pasamos estupendamente, la gran
familia Valente (la del profe) nos abrió las puertas de su casa; había cerveza
y churrasco y, aunque querían invitarnos (son tremendamente generosos), no
podíamos aceptarlo y aportamos una modesta cantidad de dinero. Pasamos una
tarde estupenda y a la celebración se sumaron otros amigos. Finalmente, el
partido acabo favorable para Brasil y el barullo que se armó no os lo imagináis
(si celebran así el primer partido, no quiero imaginar si llegan a ganar la final…).
Ya hemos acordado que tenemos que
ver en nuestra casa algún partido de España y, por supuesto, ya tenemos lugar
para ver el próximo de Brasil. Eso ya os lo contaremos en el próximo episodio.
Durante la charla con el diputado
Todos juntos después de la palestra
Ney Valente
Así decoraron de bien su fachada
Churrasco
El pequenho de los Valente
TO BE CONTINUED…
P.D: La cresta que luce Fede cual
gallo de corral es obra de otro de los profes de capoeira y admirada por todos los habitantes del barrio. Ahora, ya somos los dos unos macarras, él con su
tupé y yo con mi lado rapado que ya va creciendo :D
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